33 ¿Para qué sirve la oración? ¿A quién beneficia la oración?
Desde la fe podríamos asegurar que la oración constante por los hijos proporciona a la madre cristiana la visión de Dios sobre ellos.
En la oración perseverante y humilde la madre cristiana comprenderá que los hijos que Dios le ha dado, son más de Dios que suyos, que Él los ama más que ella, que Él sufre por ellos más que ella… Que, en fin, los hijos son de Dios, le pertenecen.
Por tanto, los hijos no deben ser problema para ella porque si realmente lo fueran, lo serían en primer lugar para Dios porque suyos son, antes que de ella, aunque sea verdaderamente madre. Pero los hijos pertenecen a Dios antes que a la madre.
Aun siendo verdadera madre, ella no se considera dueña absoluta de nada y menos de nadie. Se reconoce sólo «administradora». Por eso, se le pide fidelidad… esperanza en Dios, el verdadero dueño, y descanso en Él, pues Él lleva todas las preocupaciones… incluidas las de su hogar.
Por tanto, las Madres Cristianas son liberadas por Dios de la ansiedad, de la hipertensión, de la depresión, de la soledad… y de todos los sentimientos y actitudes negativas que podrían dañarles mortalmente.
La oración de intercesión que hacen por los hijos, antes que a los hijos, les beneficia a ellas. Incluso, podríamos decir que les ayudará a los hijos en la misma medida en que afecte a las madres previamente, y las cambie a ellas de verdad.
Así, pues, el primer fruto de la oración recae sobre el mismo orante, pues le permite sintonizar con la voluntad de Dios. La oración produce el cambio de mentalidad en la madre. En el caso de las madres y esposas la oración les ayuda a ver a sus esposos e hijos como Dios los ve.
Les abre la mente y el corazón para comprenderlos y amarlos como Dios los comprende y los ama. Si cambia la madre orante, seguramente los hijos, por los que ora, cambiarán. Dios se encargará de hacerles ver el amor de sus madres, deudor del divino, y al que no podrán oponerse por mucho tiempo.
34 ¿Y los esposos y padres?
La Asociación no pretende en absoluto separar a la esposa del esposo, ni a la madre del padre. Lo ideal es que ambos recen juntos por ellos mismos, mutuamente, y por la fe de sus hijos. Lamentablemente, no siempre es así.
De hecho, Santa Mónica se casó con un hombre pagano, Patricio, y tuvo un hijo rebelde e inquieto, Agustín. A ambos los condujo a Dios con un amor incondicional y una santa paciencia, alimentados por una constante oración y testimonio cristiano.
Frecuentemente, las esposas y madres constituyen la reserva espiritual de las familias. Sin quitar nada a los esposos y a los hijos, ellas encarnan en el hogar el rostro materno de Dios.
Y según los planes de Dios, ellas están llamadas a desempeñar un papel específico con una poderosa significación en la vida de los esposos y de los hijos.
Esta Comunidad de Madres Cristianas Santa Mónica les ayudará a ser fieles a los planes maravillosos que la bondad y la sabiduría de Dios han dispuesto para ellas, en función del santuario de la vida de todo hombre que viene a este mundo: la familia cristiana.
Por tanto, la preocupación por la conversión o la práctica religiosa del esposo no ha de ser menor que la que sientan por los hijos.
Pues si los padres practican la fe podrán apoyarse mutuamente como esposos felices, y los hijos recibirán un mayor ejemplo y estímulo que les arrastrará de manera poco menos que irresistible hacia Dios y la práctica religiosa.
35 La cercanía de la madre al misterio de la vida en la trasmisión de la vida y la crianza de los hijos constituye un dato fundamental que implica por una parte la grandeza de la mujer y por otra su debilidad, por hablar de alguna manera.
Grandeza, porque la esposa-madre está llamada a ser el signo más esplendoroso y cercano del amor de Dios a los miembros de la familia. Esta vocación está inscrita en lo más profundo de su ser. Apenas puede liberarse de esa condición o dimensión de su existencia, sobre todo como madre.
Le acompaña todos los días de su vida. No puede negarse a sí misma. A la vez, esa condición de madre prácticamente le obliga a estar cerca de Dios, única fuente de vida, para poder cumplir su misión. Sin la ayuda de Dios la misión le resultaría prácticamente imposible.
La madre física, dirá San Agustín, no puede llegar a plenitud si no se hace religiosa. Más que nadie, la madre necesita de Dios para ser fiel a su ser más profundo.
El esposo y los hijos, mal que bien, pueden desentenderse de los lazos familiares con mayor o menor desgarramiento. En el caso de la madre, casi le resulta imposible absolutamente.
He ahí la «sacramentalidad» de la madre en la vida familiar: su misma condición representa una potencialidad de acercamiento a Dios, que pide clamorosamente la presencia divina en el hogar. Ella es, en la familia, la puerta de entrada y salida. Es su fortaleza.
Esta vinculación de la esposa y madre a lo más nuclear de la familia constituye, en segundo lugar, como la debilidad de la madre. Ella es la parte más vulnerable del hogar. Es la puerta siempre entreabierta por la que Dios puede ingresar al santuario de la familia.
Es la puerta a través de la cual la Iglesia encuentra el mejor acceso al santuario del hogar y del corazón de los hombres, para evangelizarlos.
A través de la madre y esposa la pastoral de la Iglesia penetra en la familia para construir y fortalecer la «iglesia doméstica», célula vital de la Iglesia de Dios y de la sociedad.
En fin, en la esposa y en la madre la Iglesia encuentra un signo siempre nuevo de la presencia de Dios en medio de los hombres. La mujer madre es probablemente para todos los hombres el «sacramento» más directo y elocuente del Dios de la vida, fuente también de toda familia en el cielo y en la tierra.
36 ¡Bienvenida, pues, hermana, a esta Comunidad de Madres Cristianas puesta bajo la protección de Santa Mónica! Considera esta llamada como una delicadeza de parte de Dios hacia tu persona. Él te encomendó a tu esposo y a tus hijos a fin de que seas para ellos la plasmación más palpable, más cercana y directa del infinito amor de Dios hacia ellos.
¿Quién mejor que tú puede comprenderlos, puede amarlos, y, por tanto, puede rezar por ellos ante Dios día y noche? ¿Y a quién escuchará Dios con más gusto que a ti puesto que te los ha encomendado con tanta confianza y de forma tan estrecha?
¡Dichosa tú si no descansas hasta que tu esposo y cada uno de vuestros hijos conozcan y amen a Dios como a su Señor! Ese es tu destino, tu vocación. Así alcanzarás la plenitud de tu ser. ¡Enhorabuena!
Estás llamada, por tanto, a convertirte en «sacramento de Dios» en tu propio hogar. No te será tan difícil esta noble tarea pues Él mismo te ofrece un modelo estrechamente vinculado a tu realidad personal y familiar: Santa Mónica, esposa y madre cristiana.
Por eso, exclama con san Agustín: «Señor, da lo que mandas, y manda lo que quieras». Y él te recomendará: «Haz lo que puedas, pide lo que no puedas, y así lo podrás todo».
P. Ismael Ojeda Lozano, Agustino Recoleto
San Miguel, Lima, 27 de agosto de 1998, Fiesta de Santa Mónica (versión original).
HIMNO A SANTA MÓNICA
ESTRIBILLO Con tus lágrimas de amor, madre del grande Agustín, diste a la Iglesia un doctor, diste al cielo un serafín. Diste a la Iglesia un doctor, diste al cielo un serafín.
Salve a ti, mujer bendita, muda y sola en tu quebranto, que presagias con tu llanto nuevos triunfos a la cruz.
Cada lágrima que rueda por tu pálido semblante, es un destello radiante del sol de la eterna luz.
ESTRIBILLO Con tus lágrimas de amor, madre del grande Agustín, diste a la Iglesia un doctor, diste al cielo un serafín. Diste a la Iglesia un doctor, diste al cielo un serafín.
Con arrullo lastimero de tórtola solitaria, sube al cielo la plegaria desde el valle del dolor.
Dios te escucha y a tus plantas del poder de Dios herido, cae un gigante rendido, ¡y es el hijo de tu amor!
ESTRIBILLO Con tus lágrimas de amor, madre del grande Agustín, diste a la Iglesia un doctor, diste al cielo un serafín. Diste a la Iglesia un doctor, diste al cielo un serafín, con tus lágrimas de amor.
https://youtube.com/watch?v=puV205AuRxU%3F
NOTA: Esta y las demás entradas seriadas reproducen el contenido de un folleto que escribí en la década de los noventa en Perú. Entonces pretendía recoger y a la vez divulgar, en forma de catecismo, los orígenes y la espiritualidad de las Madres Cristianas Santa Mónica fundadas por el P. Lorenzo Infante, oar.
Si ahora publico por entregas aquel escrito es con la intención de consolidar la formación en la fe y en el carisma oar de las Madres Cristianas Santa Mónica, ofreciéndoles la posibilidad de compartir experiencias, actualizar algunos temas y recoger cualquier inquietud que consideren de interés. Espero, por tanto, sus observaciones y aportaciones. Dios me las bendiga.
Misión cumplida por mi parte. Ahora espero los comentarios y sugerencias de cuentos están viviendo esta espiritualidad y se sienten comprometidos a desarrollarla para gloria de Dios, para contento de las madres y mujeres de fe, y revitalización de las familias cristianas. ¡Dios sea bendito!